
A- Distraídos en razonar la inmortalidad, habíamos dejado que anocheciera sin encender la lámpara. No nos veíamos las caras. Con una indiferencia y una dulzura más convincentes que el fervor, la voz de Macedonio Fernández repetía que el alma es inmortal. Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho más nulo que puede sucederle a un hombre. Yo jugaba con la navaja de Macedonio; la abría y la cerraba. Un acordeón vecino despachaba infinitamente la Cumparsita, esa pamplina consternada que les gusta a muchas personas, porque les mintieron que es vieja... Yo le propuse a Macedonio que nos suicidáramos, para discutir sin estorbo.
Z (burlón)- Pero sospecho que al final no se resolvieron
A (ya en plena mística)- Francamente no recuerdo si esa noche nos suicidamos.
1 comentario:
A uno le pasa que se le olvidan las cosas.
Como el que explica que fue a cazar leones y tanta intriga le pone que acaba explicando como el león se lo come... a partir de este momento, el hombrecillo se queda con las manos unidas por las muñecas y los dedos imitando los dientes de una mandíbula... y por un momento se queda cavilando... ante los ojos entre atónitos e incrédulos de sus oyentes, y finalmente las sonoras carcajadas.
Quino y Borges son geniales.
(Aighash)
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