viernes, 14 de septiembre de 2007

El sueño de Irene

Buscando en el baúl de los recuerdos... He encontrado uno de los primeros relatos que escribí en plan serio. Por supuesto, tiene fallos a manos llenas (entre otras cosas, repetición de la palabra "bichos" XD). Sin embargo, es una obra interesante para ver la "evolución" de vuestro humilde escritor. Además, es una historia curiosa... O este simple autor lo ve así. Lo dejo para vuestro disfrute:

EL SUEÑO DE IRENE

El fuego…
El fuego se le clavaba en la carne, en el alma.
Con un ominoso chispazo, las llamas se avivaron, lamiéndole el torso.

-¡Bruja! – gritó una voz ronca que se vio coreada por cientos de gritos similares.

El dolor le inundaba cada vez más. Luchaba por mantener la consciencia, por mantenerse erguida ante aquella condena injusta.

“¡Bruja!” el grito se repetía en su mente, quedando como un eco del dolor que ya no sentía. Se iba desvaneciendo cada vez más…

Con un suspiro contenido, Irene abrió los ojos.

El tranquilizador fulgor de su reloj de mesita terminó de desvanecer la desagradable pesadilla. En cuanto se despejó lo suficiente, lo miró y cayó en la cuenta de que casi era la hora de levantarse…

Se estiró un poco y salió de la cama. Se duchó y preparó para un día más de rutina.
Miro de reojo el reloj. Ya iba tarde. Suspiró y, cogiendo su mochila, salió disparada.
En el portal casi atropelló a Luis, que le esperaba con aquella eterna sonrisa de cortesía suya grabada en su blanquecino semblante, fruto de su albinismo. Se miraron un par de segundos. Tras años siendo amigos, se entendían a la perfección e Irene podía leer la prisa en sus ojos descoloridos.

Sin intercambiar más que un leve hola, salieron corriendo hacia el colegio.
Intentaron cruzar la calle, pero no había paso de peatones o semáforo y los coches no cesaban de pasar… uno, dos, tres… ¡ya iban tarde! ¡Necesitaban cruzar! … cuatro, cinco... ¡¿ese coche no habia pasado ya antes?!

Miró a su amigo que tenía el largo pelo blanco revuelto por la carrera y observaba impotente el cruce. Luis suspiró. Tampoco quería llegar tarde. ¿No venía hoy la nueva profesora de informática?

De repente, Luis pareció caer en la cuenta de algo.

-Vamos, por aquí. – le dijo mientras se giraba y salia a la carrera hacia las callejuelas.

Tras un minuto de carrera, Luis se detuvo en un callejón sin salida. Las paredes estaban totalmente pintadas de grafittis de numerosos motivos; árboles, bosques, cielos, mares… y enfrente de ellos, el dibujo de un portalón. Todos ellos estaban maravillosamente pintados, casi se diría que eran reales. Luis acercó su mano al graffiti del portalón y cogió el picaporte. ¿Cómo? ¿No era un simple dibujo en la pared? ¿O era una puerta? Irene estaba paralizada de estupefacción.

-Vamos, vamos… - le insto Luis con una sonrisa. Abrió el portal y, cogiendole de la mano, tiró de ella hacia dentro.

Durante un segundo, Irene dejó de sentir el suelo bajo sus pies, dejó de oler, de ver… solo el contacto de la mano de Luis seguía siendo real. Al segundo siguiente, en menos de lo que tarda un corazón en latir, sintió que sus pies pisaban césped y se sintió deslumbrada por la intensa luz. Miró alrededor. Se encontraba en una especie de jardín de césped en el centro del que se alzaba un sobrio edificio que Irene reconoció como su colegio. Sin darle tiempo a preguntar qué era esto, a preguntar cómo habían llegado allí, Luis salió corriendo hacia el edificio y ella le siguió.

Entraron en un aula con numerosas ventanas y mesas llenas de ordenadores. Todo el mundo estaba sentado ya y una mujer mayor vestida con ropas de múltiples colores hablaba a la clase. Se interrumpió para dejarles pasar y que se sentasen.

- Bueno, para los recién llegados… - comentó mirándoles – nada más que decir que soy la nueva profesora, Doña Carmen… y que empecéis a trabajar con el “Estus Facer”

Irene no le entendió bien. Sonaba a latín…

Luis, tranquilamente, abrió el programa y le miro, esperando que escribiese.
Irene no podía hablar. El latín solo se estudiaba como asignatura optativa, ¿no?

-Desde… ¿desde cuando se habla latín? – pregunto con voz temblorosa.

Luis rió divertido.

-¡Lleva hablándose unos dos mil años, desde que los romanos conquistaron este sitio! – la sonrisa de su amigo se deshizo al contemplar su mirada confusa. – Vamos… ¿no te acuerdas? ¿Rosa, rosae, rosae…?

Irene recordó algo de latín, pero creía que lo habia estudiado como curiosidad…

-Si, si… -comento nada más que para tranquilizarse – es cierto, si…

Irene le empezó a dictar, intentando convencerse a si misma de que lo recordaba, de que sabia que ese era idioma oficial…

Repentinamente, un claro y cristalino sonido rompió su concentración. El sonido también pareció alterar al resto de estudiantes, ya que empezaron a hablar entre si, dejando sus trabajos con la preocupación plasmada en sus rostros.

-¡Tranquilos! – gritó doña Carmen, llamando al orden - ¡relajaos! Es solo una alarma rutinaria… es imposible que esos bichos se acerquen demasiado.

Irene iba a preguntar a que bichos se refería, pero viendo las caras de todos, parecía que lo sabían bien y no quería resaltar de nuevo.

Así pasó el día Irene, sin saber qué hacer, sin saber qué decir, mientras cosas que creía imposibles iban desfilando ante sus ojos. En la clase de historia les hablaron de Cesar y de cómo había rechazado una conspiración de sus amigos gracias a un augur. Según su libro, César logró descubrir el elixir de la vida y aun hoy su consejo era extremadamente valorado. En física, su profesor les habló de las propiedades de absorción de luz del cristal, que permitía usarla mas tarde con algo de concentración… de los ojos de ninfa en química, capaces de hacer a la gente verse más bella. Irene reaccionaba ante aquellas explicaciones cada vez con más confusión, pero intentando no exteriorizarla, no asombrarse ante lo que todos parecían considerar normal. Poco a poco, pareció que su mente “si” recordaba algo de eso, algo aletargado… poco a poco, las conversaciones le sonaban más claras.

Irene se quedó con Luis en la biblioteca haciendo un extraño trabajo de traducción de un texto antiguo, en arameo. Los jóvenes estaban confundidos con una terminación que no se aclaraba.

Con un susurro, una sombra se deslizó desde algún punto del techo hasta los dos estudiantes y lanzó aquellas manos oscuras hacia la garganta de Irene. Un chispazo de luz blanquecina estalló tras de Irene y la sombra se apartó de la joven para enfrentarse al que le habia hecho tanto daño. Irene intentó lanzarle todo lo que tenía a mano. Su lápiz, su estuche… desesperada, sin saber que hacer, solo pensando en salvar a su amigo. Le tiró el antiguo libro que estaban estudiando y se quedó pegado a su espalda. Empezó a salir humo al tiempo que el libro se hundía más y más y el olor de flores secas se extendía por la biblioteca. Al fin, con un chispazo oscuro, la sombra se deshizo y el libro cayó al suelo. Luis, con la faz cerúlea y pinta de estar agotado, miro el libro. Era un tomo antiguo y la portada tenía hermosos grabados en oro.

-Gracias al cielo que nos mandaron traducir ese libraco – comento Luis, con voz débil. – Salgamos de aquí, Irene… no se cómo se han metido esos bichos tan adentro, pero mejor que no nos vuelvan a pillar.

Ambos salieron corriendo hacia el jardín, con las criaturas pisándoles los talones. Luis iba cansado, agotado mientras intentaba seguir el ritmo de su amiga. Su amigo dió un traspiés que le llevó a caerse de bruces. Irene miró hacia atrás. Corriendo, se puso a su lado e intentó ayudarle a levantarse. Sabía que su amigo no iba a poder correr, estaban perdidos… aquellos seres iban a atraparles… la desesperación iba adueñándose de ellos cuando, de repente, un relámpago plateado rugió en la noche y fue a estrellarse contra las sombras. Algo mas adelante, envuelta en una aureola de luz dorada, doña Carmen alzaba los brazos cantando algo inescrutable. Dos cintas de brillante luz se alargaron desde los brazos de la profesora hasta el cúmulo de sombras. Las cintas se ramificaron y atraparon cada una a una sombra. Apretaron cada vez más hasta que las sombras desaparecieron y el olor de flores secas se extendió por el patio.
Doña Carmen se acercó a ellos.

-Malditas criaturas… se habían escapado e intentaron esconderse aquí… - comento con voz cansada. Acto seguido, se giró y se fue a hablar con un grupo de hombres vestidos con un uniforme azul y plateado que habían aparecido. Irene sintió que Luis apoyaba su mano en su hombro.

-Gracias, Irene… - le dijo suavemente – gracias por esperarme. Se acercó a ella para darle un beso en la mejilla, Irene podía sentir su corazón acelerarse, podía sentir la sangre subiendo a su cabeza… y un sonido agudo se introdujo en su mente. El sonido persistió, continuó, alejándole cada vez más de aquel agradable momento.

Un día más, Irene abrió los ojos en su cama… un día de rutina más. Había sido solo un sueño… muy agradable, muy extraño… pero solo un sueño.

Se estiró un poco y salió de la cama. Se duchó y preparó para un día más de rutina.
La cara sonriente y pálida de Luis apareció por la ventana.

-¡Vamos, Irene! ¡Que la escuela esta por encima nuestra! ¡Vamos a llegar tarde!

La chica agarró su mochila y, cogiendo la mano que Luis le tendía, salto al lomo de aquella especie de libélula gigante y escamosa de oro. Luis chasqueo las riendas y la criatura batió rápidamente sus alas mientras se elevaba más y mas, en dirección a una plataforma que flotaba alto, por encima suyo.

Mientras se acurrucaba tras la espalda de su amigo, tanto para protegerse del viento como por gusto, Irene no pudo evitar pensar que la rutina del día a día tampoco era tan aburrida…

1 comentario:

Aighash y Moreloth dijo...

Hum, que cosas más raras sueña la gente -__-. XD Jop, no creo que sea tan importante que hayas repetido la palabra "bichos" en dos párrafos distintos separados entre ellos y todo. De hecho yo llamo bicho a todo: al ordenador, a mi gato, a los altavoces... cualquier cosa q no sepa en el instante como se llama le llamo cosa, bicho, animal o mierda, depende del momento.

Bueno, diviértete ^^

(Aighash)